Al fin la encontré. Trás años de búsqueda, de desilusiones y desesperanzas, de pasos retumbando en estacian vacías. Alli estaba, ante mí. En medio de un inmenso lago, tan grande que no alcancé a ver el final, allí donde se juntan el Cielo y la Tierra. Se alzaba imponente, orgullosa, envuelta en un velo de etérea niebla que abrazaba los árboles de la Isla en un fugaz sueño.
Bajé hasta la orilla. Hundí mi mano en las frias aguas. Sentí un estremecedor escalofrío, el agua lamiendo mis dedos, el cosquilleo de los juncos en mis piernas, como los suaves besos de una ninfa.
Pero ¿cómo cruzar el lago? Las orillas eran abruptas, impracticables, hasta donde alcanzaba la vista. El lago estaba desierto, no había rastro de embarcación alguna. Sólo había una solución posible. Nadar. Me aterraba hundirme en las pálidas aguas, al fondo, donde nunca llegan los rayos de Apolo y moran bestias ancestrales Pero tenía que hacerlo. El recuerdo de una sonrisa me reconfortó. Intenté zambullirme en las frias aguas de espejo. Pero no pude, no me hundía. Mis pies no traspasaban las ondulantes olas de la superficie. Podía caminar sobre el lago. Con inseguros pasos llegué a las inmediaciones de la Isla. La niebla me envolvió dándome la bienvenida.
Todo era diferente alli. Parecía estar consagrada a la diosa del Silencio y un sutil perfume lo invadía todo. Un perfume me resultaba conocido,era el aroma de todas las cosas que fueron y de las que aun no les ha llegado el tiempo de ser, atrapadas en esa remota isla. Era el olor de la Eternidad. Un perfume salido de las flores que pululaban por todas partes, una por cada sueño cumplido. También había flores cerradas, sueños esperando en la oscuridad, entre tiernos pétalos, a que les llegue el turno de florecer.
¿Cómo encontrar mi flor? Sería como intentar contar los cabellos de una náyade. De nuevo, esa sonrisa acudió a mi mente. Tenía que hacerlo, debía encontrar la flor que contenía mis sueños. Busqué algun camino, una senda, pero no habia nada, sólo esa inexorable vegetación. Dejé que mis pasos me guiasen,cruzando la Isla.
Mis piernas empezaban a tambalearse y mi ánimo flaqueaba. La diosa del Silencio imponía su yugo sobre mis labios y el bosque me rodeaba con su mortal abrazo.
De repente, la vegetación desapareció, dejando paso a una alta loma rocosa, que parecía querer tocar las nubes de algodón. Sobre ella se posaba, como un cisne alado, el edificio mas maravilloso que jamás tuvo la dicha de contemplar un alma humana. Hasta el edificio ascendía una escalinata blanca,flanqueada por ninfas,faunos,náyades y centauros esculpidos en la dura piedra. Desde lo alto, me llegó una dulce melodía, desgranando sus notas como las cuentas de un rosario de jade.
El palacio era de níveo mármol blancos, fachadas curvas, con poderosas columnas coronadas por hojas de acanto. Parecía vacío. Seguí la estela de notas por salones vacíos, donde el viento movía las visillos y las lágrimas de las arañas tintineaban.
Llegué a un alto pasillo, cerrado al final por unas enormes puertas negras, talladas con mil flores. La melodía procedía de alli. Cada nota era un beso, un susurro, un fugaz suspiro, una intensa mirada.
Dudé. Tanto tiempo esperando ese momento. Con las manos sudorosas y tambaleantes, empujé las puertas. Tras ellas me esperaba un enorme salón. Unos pesados cortinajes púrpuras tapaban los ventanales,dejando la sala en penumbra. La música venía del fondo, pero por mas esforcé la vista, no conseguí distinguir nada. Fui hasta el mas alejado de los cortinajes,y lo aparté, dejando pasar los rayos de Apolo,que apartaron las tinieblas.
De la pared, como intentado liberarse, sobresalía una musa de mármol,con una vasija de plata,de donde salía agua. Caía en un recipiente de plata, provocando la melodía. Flotando en el agua,había un lirio blanco.
¿Qué debía hacer? El lirio me mostraría mis sueños, mis mas profundos deseos, que esperaban agazapados en el fondo de mi alma. ¿O no? Quizás ya sabía esos deseos, encontrados en el camino, en una sonrisa que iluminaba las tinieblas y me hacía sonreir ante la adversidad.
La música se fue apagando, la luz que entraba por el ventanal fue desapareciendo y el lirio empezó a dejar de ser visible, desvaneciéndose por completo.
Oscuridad. Silencio.
El roce de las sábanas me hizo estremecer, al fondo, la cantarina fuente del jardín vertía su agua sobre la pila.
Abri los ojos. Vi un jarron sobre la cómoda, lleno de lirios blancos, que perfumaban toda la habitación.
Todo había sido un sueño, un maravilloso sueño.
Entonces escuché un ruido detrás de mi. Me di la vuelta perezosamente y te vi, Ahi estabas tú,mirandome con esos ojos que me hacen perder el sentido, esa sonrisa que me hace sonreir.
No había sido un sueño, el sueño empezaba ahora.
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