Juguemos a ser niños. Volvamos a los veranos muertos entre primos lejanos y preocupaciones inexistentes. Juguemos al juego de inventar palabras.
Vuelves a estar en tu sillón con aspecto serio, casi sin poder aguantarte la risa; con la diestra acaricias a decimosexto miembro de la familia Martínez, el único que está moteado de negro y blanco. Tienes los ojos chispeantes, rebosas la alegría de una vida realizada en su plenitud. No soportas que estemos los siete gritando cuando intentas ver el telediario, no soportas que no te dejemos dormir la siesta por hacer cabañas en el patio; no soportas tenernos lejos; que llegue el domingo o septiembre y hagamos las maletas para volver a casa.
Setenta décadas y un par de años de dirigir algo que no tiene ni pies ni cabeza, mi familia. De vivir guerras, sequías, problemas, dilemas; de integridad y ejemplaridad.
Juguemos al juego de inventar palabras, como todas las noches de verano, sentados en sillas de palo en la puerta, esperado que corra algo de brisa. Juguemos por lo que quizás sea la última vez. Busquemos palabras tontas y démosle significados bonitos, empiezo yo, abuelo, a ver si consigues adivinarlo.
Es un animal pequeño, vive en cuevas oscuras y se alimenta de los primeros rayos del sol, del suave rocío que se posa sobre los lirios que la abuela tiene en las macetas del corredor. A la sombra de los melocotoneros tiene forma de cangrejo, patituerto y artero, pero es fácil quitárselo del medio; sólo hay que soplarle en la panza hasta hacerle cosquillas, dejarlo medio aturdido con el halito de la vida. Espera abuelo, espera, que también tengo otra palabra. Cuando el bichejo se enfada hace un sonido muy raro, como los gorgoritos que hace la prima pequeña cuando le reñimos por tirarle de la cola al decimosexto. Intenta pellizcarte con las pinzas, pero el pobre es inofensivo, sólo alcanza a unas leves cosquillas sin ninguna importancia.
Como siempre adivinaste las palabras, como siempre miraste una última vez al cielo y te fuiste con pasos lentos a la cama.
Cáncer y metástasis, sólo un insignificante cangrejo que te tiene postrado en una cama, que nos mantiene a todos en vilo, jodido cangrejo que ha hecho que desaparezca tu sonrisa.
Hoy llueven cántaros sobre Badajoz. Vuelves a estar tras largos pasillos pintados de verde, entre pitidos y quejidos, volvemos a estar todos pendientes de que se rompa el frágil equilibrio que te mantiene con nosotros. Pero estamos todos ahí, dándote la mano y agradeciéndote darnos la sangre que corre por nuestras venas. Si te vas, no te irás solo, tienes a 16 personas que te van a querer el resto de sus vidas.
1 comentario:
Aunque el tiempo se le esté escapando, él sabe lo afortunado que es por teneros
Publicar un comentario