miércoles, 28 de julio de 2010
Llamadme fascista.
martes, 8 de junio de 2010
Juguemos a ser niños. Volvamos a los veranos muertos entre primos lejanos y preocupaciones inexistentes. Juguemos al juego de inventar palabras.
Vuelves a estar en tu sillón con aspecto serio, casi sin poder aguantarte la risa; con la diestra acaricias a decimosexto miembro de la familia Martínez, el único que está moteado de negro y blanco. Tienes los ojos chispeantes, rebosas la alegría de una vida realizada en su plenitud. No soportas que estemos los siete gritando cuando intentas ver el telediario, no soportas que no te dejemos dormir la siesta por hacer cabañas en el patio; no soportas tenernos lejos; que llegue el domingo o septiembre y hagamos las maletas para volver a casa.
Setenta décadas y un par de años de dirigir algo que no tiene ni pies ni cabeza, mi familia. De vivir guerras, sequías, problemas, dilemas; de integridad y ejemplaridad.
Juguemos al juego de inventar palabras, como todas las noches de verano, sentados en sillas de palo en la puerta, esperado que corra algo de brisa. Juguemos por lo que quizás sea la última vez. Busquemos palabras tontas y démosle significados bonitos, empiezo yo, abuelo, a ver si consigues adivinarlo.
Es un animal pequeño, vive en cuevas oscuras y se alimenta de los primeros rayos del sol, del suave rocío que se posa sobre los lirios que la abuela tiene en las macetas del corredor. A la sombra de los melocotoneros tiene forma de cangrejo, patituerto y artero, pero es fácil quitárselo del medio; sólo hay que soplarle en la panza hasta hacerle cosquillas, dejarlo medio aturdido con el halito de la vida. Espera abuelo, espera, que también tengo otra palabra. Cuando el bichejo se enfada hace un sonido muy raro, como los gorgoritos que hace la prima pequeña cuando le reñimos por tirarle de la cola al decimosexto. Intenta pellizcarte con las pinzas, pero el pobre es inofensivo, sólo alcanza a unas leves cosquillas sin ninguna importancia.
Como siempre adivinaste las palabras, como siempre miraste una última vez al cielo y te fuiste con pasos lentos a la cama.
Cáncer y metástasis, sólo un insignificante cangrejo que te tiene postrado en una cama, que nos mantiene a todos en vilo, jodido cangrejo que ha hecho que desaparezca tu sonrisa.
Hoy llueven cántaros sobre Badajoz. Vuelves a estar tras largos pasillos pintados de verde, entre pitidos y quejidos, volvemos a estar todos pendientes de que se rompa el frágil equilibrio que te mantiene con nosotros. Pero estamos todos ahí, dándote la mano y agradeciéndote darnos la sangre que corre por nuestras venas. Si te vas, no te irás solo, tienes a 16 personas que te van a querer el resto de sus vidas.
miércoles, 10 de marzo de 2010
martes, 2 de febrero de 2010
... Allí estabas tú, entre arbustos de plantas ornamentales y macetas con plantas medicinales; disputándote con el tomillo y el romero el monopolio de uno de mis sentidos; tus ojos compitiendo con la clorofila de los orgullosos naranjos. Paseabas entre parterres de cuidadas formas, estatuas de ilustres botánicos ennegrecidas por el paso de los siglos y surtidores de cristalina agua. Ibas con aire de filósofo griego, la cabeza levemente inclinada y el andar pausado. Te giraste para ver si yo seguía ahí, me miraste y me sonreíste. Me olvidé hasta de respirar y a mi cara afloró una patética mueca de aturdimiento. Tu sonrisa se ensanchó hasta los límites de lo imposible, como te gusta hacerme enmudecer. Entrelazaste tus manos con las mías completando el puzzle, el todo incompleto que llevaba demasiado tiempo esperándote. Te acercaste entre risas contenidas, con lentitud, y me besaste, despacio, tranquilo,sereno, susurrándome palabras con los labios. Me volví a olvidar de respirar. Reíste entre dientes y me besaste más deprisa. Allí entre plantas del paleozoico y rosales importados del reino del Sol Naciente, bajo un cielo plomizo, tuve un momento de clara lucidez. Llevaba dieciocho años esperándote sin saberlo, pensándote sin palabras, buscándote en mis sueños. Y ahora que te tengo, que te he encontrado, estaré a tu lado siempre.
-Antonio despierta, tienes cara de estar en las nubes.
No te contesté. No se me ocurría ninguna respuesta ingeniosa, mi elocuencia desaparecía entre tus pestañas. Me limité a sonreírte y a apretarte con fuerza la mano...
Tranquilidad. Respirarte hondo y convertir tu quintaesencia en mi fragancia preferida. Quererte hasta lo imposible, hasta que duela. Tener la absoluta certeza de que siempre sonreiré como un bobo y me olvidaré de respirar.
Segunda parte de ti.